Decía Emma Goldman
“Si no puedo bailar, tu revolución no me interesa”
Para un niño jugar es tan natural como respirar, también para un cachorro. Juegan sin necesidad de juguetes, ni permisos, ni indicaciones, ni siquiera necesitan que alguien les enseñe, simplemente juegan.
El juego libre no solo es una actividad, es una actitud mental que permite, a ese individuo en desarrollo, aprender nuevas habilidades y encontrar soluciones creativas. El juego libre nace de la espontaneidad, del interés por conocer o poner en práctica habilidades. Es el cachorro quien decide a qué juega, cómo juega y las reglas del juego, es libre para parar cuando quiera, no hay competición sino cooperación y negociación, no hay un objetivo final, lo que importa es el juego en sí, el proceso, y es ahí donde ocurre el aprendizaje.
El juego libre y si puede ser al aire libre, mejor. En la naturaleza un perro encuentra todo lo que necesita para poner a prueba su destreza física, su resistencia, su fuerza y su confianza.
Consideramos el juego como el descanso de una actividad intelectual cuando en realidad es parte imprescindible del aprendizaje. Un cachorro durante el juego libre aprende: a relacionarse, a confiar, a leer el lenguaje corporal, a entender las normas sociales, a conocer sus límites físicos y emocionales, a tomar decisiones, a superar miedos…
Sergio Pellis, de la Universidad de Lethbridge, Canadá dice
“La experiencia de juego libre cambia las conexiones de las neuronas en el cerebro. Y sin juego, esas neuronas no experimentan cambios”
“Son esos cambios que se producen durante la infancia en el córtex prefrontal los que contribuyen a desarrollar el centro ejecutivo del cerebro, que tiene un papel crucial en la regulación de las emociones y la resolución de problemas”
Inversamente, la carencia de juego en edades tempranas está asociada con personalidades antisociales y problemas emocionales graves.
Jaak Pankseep, Washington State University:
«La función del juego es construir cerebros pro-sociales, cerebros sociales que saben cómo interactuar con otros de manera positiva»
El juego libre no admite sustitutivos, aprender jugando no tiene nada que ver con juegos guiados, impuestos y diseñados por los humanos, no vale el juego organizado en el que las normas vienen dadas, donde no hay negociación entre iguales, donde no hay posibilidad de innovar ni salirse de lo establecido. De igual manera no vale el juego que persigue un premio, el verdadero objetivo debería ser jugar.
Artículo original: La revolución del juego